lunes, 18 de octubre de 2010

Licántropo

   
   El día que vine al mundo hubo una semana de tormenta, como si el cielo lamentara mi nacimiento. Desde mi niñez la soledad fue mi única compañía, pese a estar rodeado de mi familia. Cuando el sol se ocultaba disfrutaba correr por el monte bajo el destello de la luna, que se reflejaba sobre mi pelo.
   
   Las noches para mí nunca eran iguales que para los demás. Me resultaba extraño enfermarme una vez por semana y descubrir heridas cuyo origen me era desconocido.

   La vida me tenía miedo. Caminar por las calles me llenaba de confusión, ya que la gente
me miraba de un modo raro y a los animales les incomodaba mi presencia; los perros aullaban y las gallinas cacareaban con sólo sentirme cerca suyo.

   Aquel viernes trece un pueblerino gritaba desconsoladamente que le habïa disparado con una bala bendita al lobizón y que lo había dejado tirado en el cementerio.

   Se formó una multitud de gente en pocos minutos que, desesperados, corrían  hacia allí para comprobar que lo dicho por el pueblerino fuese verdad.

   Al llegar al lugar se encontraron con un joven ensangrentado tirado en el suelo con una bala en el pecho. Nadie podía creer que el temible lobizón, el que estaba tirado muerto en el piso, era yo...


Sheila Villalba(foto:izquierda), Mireya Duarte(foto:derecha), Nadia Marzol, Martín Secreti, Ezequiel Tevez, de 4to. 3ra.

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