miércoles, 20 de junio de 2007

Relato breve (sin título), por Yannina Palacios

En el otoño de 18... mientras viajaba por las provincias meridionales de Francia, mi camino me condujo a pocas millas de cierta Maison de Santé, o manicomio privado, del cual mucho había oído hablar a mis amigos médicos de París.

Me contaron allí que no hace mucho el lugar se había incendiado y que el fuego había comenzado en la habitación de un paciente.

Por lo visto y con su total locura, inconsciente de lo que hacía, prendió fuego al colchón. Nadie se había dado cuenta de lo que estaba sucediendo, ya que el lugar a altas horas de la madrugada, quedaba solitario.

El humo llegó hasta los detectores de incendio, activando la alarma. La oyó uno de los encargados de seguridad que se encontraba casi con un pie afuera. Se dirigió hacia el lugar en donde sonaba. Gritos de pánico salían de allí, hasta que de pronto se dejaron de oir. Luego volvieron a oirse los gritos con mayor fuerza y al parecer más cerca se repitieron por tercera vez con mayor intensidad.

Cuando el de seguridad llegó a la reja que dividía los dos mundos, se encontró con que la llave no estaba en su sitio. Ya casi no quedaba tiempo. No había manera de romperla. El humo empezaba a adueñarse de la vida de las personas que se encontraban allí y de la suya.

Las cosas tenían que hacerse rápido, pero al fin, tras escapar por una cloaca, uno de los prisioneros logró poner en libertad a los demás.

Yannina Palacios, 3ro. 3ra.


martes, 19 de junio de 2007

Anécdota, por Claudio Jorge

Yo tenía siete años y estaba con mi papá y mi mamá, haciendo las compras en el supermercado, cuando miré al piso: había una billetera. Como no tenía demasiada viveza, empecé a gritar muy fuerte que había una billetera en el piso y toda la gente me miraba. La agarré y empecé a gritar otra vez, pero esta vez muy fuerte y distinto, "me encontré una billetera" y mientras la sostenía en la mano saltaba y gritaba como loco, y mi papá me miraba con una cara como diciendo que me la guardara.

Esta anécdota termina cuando viene el dueño de la billetera y yo se la doy (a todo esto ni la abrí, pero se la veía bastante gorda).

Lo primero que hizo el dueño fue abrirla para ver si tenía todo, y encima no me dio ni una recompensa para comprarme, no sé, una gaseosa...

Claudio Jorge, 3ro. 4ta.

Anécdota, por Priscila (seudónimo)

Un día mi tío y mi tía nos fueron a visitar a casa. Mi mamá estaba conmigo. Estábamos acostadas en una hamaca paraguaya.

De repente, mi tío nos empezó a hamacar muy fuerte, tan fuerte que una cuerda se desató y mi mamá y yo nos caímos. Yo tenía dos meses; ella cayó de espaldas contra el piso, y yo reboté contra la pared y me resbalé detrás de un mueble.

Yo estaba azul, porque no respiraba y mi mamá no me encontraba. Ella me estaba buscando y mis tíos también.

Vino otro tío y preguntó "¿qué pasa?". Mi mamá le contó, desesperada, y mi tío, gritando dijo "pero ella está ahí, está azul". Mi mamá estaba reasustada. Mi tío me daba aire y mis otros tíos también. Al fin lograron que volviera a mi color normal. Después se fueron tranquilos porque yo estaba bien.

Al día siguiente yo amanecí con un chichón, sólo eso, después de que casi me muero.


Priscila (seudónimo)

lunes, 18 de junio de 2007

Anécdota, por Yésica Anahí Durán

Un día de invierno cuando estaba en primer año llegué del cole a mi casa y me quedé redormida... Me levanté reapurada, me cambié rápido y les pregunté a mis hermanos "¿Por qué no me levantaron si sabían que llego tarde?".

Le pedí monedas a mi hermana que estaba en la cocina poniendo la olla para cocinar... Me tomé el colectivo. Puse las monedas, me senté y miré el boleto que decía "20,07". Me bajé re enojada. Llegué a mi casa y mis hermanos se reían porque ellos sabían y no me dijeron nada.

Yésica Anahí Durán, 3ro. 4ta.

Monstruo de muchos ojos o ratón liso


Dibujo de Eva (tres años), hija del preceptor Walter Piedras.

Dibujo, por Juan Pablo Moreno

Juan Pablo Moreno

Dibujo, por Elena Chystilina


Elena, de 1ro. 1ra., antes de irse para España, nos dejó este dibujo.

Anécdota, por Ezequiel Vaca

Un fin de semana, hace cuatro años, más o menos, estábamos en una plaza con mis amigos. Habíamos hecho una fogata; estábamos hablando, cuando pasó una señora que decían que era bruja. Se paró delante de nosotros, tiró algo al fuego y se fue; empezó a salir un olor como a muerto. Nos asustamos. No sabíamos que hacer, si irnos o quedarnos; nos quedamos, nos agarramos de la mano y empezamos a rezar un padre nuestro. Cuando estábamos en eso uno de los pibes dijo "yo no sé esa canción", nos empezamos a reir y le dijimos que no era una canción, que era algo que se decía para hablar con Dios.

Ezequiel Vaca